TRANSFORMACIÓN ARQUETÍPICA DE LAS CONSTELACIONES

SERIE: TRANSFORMACIÓN ARQUETÍPICA. CÓDIGOS DE LA NUEVA HUMANIDAD
Presentamos una serie de narraciones que se desarrollarán en la Nueva Tierra, historias sobre los procesos de transformación de la conciencia humana, relatadas por sus protagonistas. En estos relatos llenos de intención en la consecución de un nuevo paradigma, podremos sentir la gran capacidad humana, donde el amor incondicional, es el reflejo del duro proceso experiencial realizado.
Agradecemos que la información sea compartida. Equipo Seshat

Meditación Luna en Leo

Sé quién Soy y sé quién eres. Me responsabilizo de ello. Conozco la Causa-Efecto de Todo. Siento la Unidad con Todo lo creado pues conozco la individualidad, es entonces cuando Todo se eleva a la vez.

Nos colocamos en nuestro espacio sagrado…
Relajamos el cuerpo, comenzando por las extremidades, tronco y cabeza…
Nos conectamos con nuestro ritmo de respiración y con nuestro Corazón Sagrado…
Sentimos como nuestra esfera de conciencia, penetra dentro del Corazón, abriéndose paso lentamente…
Solicitamos la presencia de nuestro Séquito de Luz y visualizamos como nos acompañan estos magníficos seres en este precioso y mágico viaje…
Un increíble y poderoso haz de luz aparece proyectado desde lo más elevado de nuestro Ser y se instala asimismo en nuestro corazón. Es la voluntad de nuestro Ser Superior.
Ante nosotros, se abre una gran puerta de intensa luz dorada, en su centro hay un vórtice energético, tan poderoso y amoroso que sentimos ganas de penetrar en su interior.
Al permitirnos ser absorbidos, accedemos a un espacio en el que el silencio es absoluto. Ahí nos reconectamos con todas las extensiones de nuestro Ser y con todos sus aspectos…
Sentimos profundamente la totalidad de quienes somos…
Comienzan a aparecer imágenes, de cuando éramos hombre, mujer, ricos o pobres, almados y desalmados, sanos o enfermos…
Todo se produce en el más absoluto silencio. Sentimos como si algo en nuestro interior se estuviera gestando, no podemos saber si somos adultos, niños o un embrión. Todo se confunde, pero sentimos tanto amor y tanta paz por lo que estamos viviendo, que un extraño éxtasis nos abraza, produciéndonos un estado de Amor tan puro, que no existe nada más en el Universo capaz de provocar ese sentimiento tan profundo…
Es el abrazo de Dios Padre y Madre…

Y sin más preámbulos… comenzamos…

De repente aparecemos en el interior de una preciosa y mayestática gruta, preciosas estalactitas y estalagmitas, lo recubren todo, creando impresionantes imágenes, que el capricho de la naturaleza nos regala. Nos damos cuenta, de que la Naturaleza es una gran artista, puede hacer cuadros con infinidad de piezas y cada cuadro es un gran regalo que nos entrega. Sentimos el apasionado Amor que todos en la Nueva Tierra tienen por ella, por la mágica y sincera Madre Naturaleza.
De forma espectacular, los rayos del Sol penetran hasta lo más profundo de la gruta, produciendo una iluminación muy especial, que permite que nos veamos entre penumbras y que se creen extrañas sombras, que se mueven con nuestro propio caminar.
Los niños y niñas que nos acompañan, no paran de jugar con las sombras. De repente, unas enormes astas de cervatillo, parecen realizar extraños movimientos. Se escuchan carcajadas, son los niños y niñas que no pueden parar de reír, al ver como un bornis, utiliza dos leños intentando imitar a esos ejemplares, que un día los niños y niñas descubrieron en los libros. Ahora, los simpáticos cervatillos, no existían como tales, habían mutado y sus astas, eran preciosos plumajes aterciopelados, quizás algún día fuéramos a verlos, pero para ello nos teníamos que trasladar a unas zonas muy especiales, donde sólo allí pueden habitar.
El bornis, no paraba de juguetear con los pequeñas, era tan simpático y entrañable, que para ellos, era un ser más en el grupo.
Este joven bornis, había elegido por sí mismo pertenecer a esta especial “manada” de niños. Sus antepasados los burros, caballos y asnos, lo habían erigido como un gran amigo de los niños. Eran tan espabilados, que podían hacerse cargo de ellos y evitarles cualquier tipo de peligro. Así los niños y niñas estaban muy acostumbrados a que un bornis, los llevara a lomos.
Mientras nos divertíamos, continuábamos introduciéndonos en la preciosa gruta, en cuyas paredes comenzaban a aparecer intensos brillos destellantes, que nos conectaban con infinitos minerales de todas las gamas y colores. Era tanta la intensidad lumínica y cromática, que parecía que ahora la Naturaleza nos regalaba, su arte para la música, pues de sus paredes emergían dulces melodías, secuestradas, que hacían que todo en la gruta retumbara.
Finalmente, al alcanzar una bella estancia, en la cual todos podíamos tomar asiento en círculo, decidimos prender un bonito fuego, que acompañaría el relato de este día.
Mientras tomamos asiento y se enciende el fuego, nos conectamos con la armonía de la gruta y disfrutamos del mágico y especial momento…
Sin olvidar que estamos allí, en nuestra misión de informar a los pequeños sabios que habitan el lugar, como la humanidad consiguió transformar todo lo que era, en lo que ahora es…

(pausa)

Sin más preámbulos, comenzamos con el relato…

- Soy Leo – dijo un apuesto y atractivo caballero, que con tan sólo mirarnos provocó que nos erizáramos.

Los niños y niñas, desde hacía rato, ya sabían que él tenía que ser Leo y no cualquier otro, era muy fácil identificarlo. Entre risas pícaras, todos juntos asintieron.
El silencio y una clara contundencia, invadieron el interior de la gruta, se trataba de la fuerza y la energía del León, que en su total condición, supo que tenía que expresarse.

Todos permanecieron a la expectativa, parecía que Leo, no se atrevía. Al poner la duda en su Ser, Leo veloz se giró y con gran poder exclamó:

- No tengo miedo a vuestra opinión, sólo es que me regodeo sintiendo vuestro Ser clavado en mí – exponiendo su porte real, se explicó -. Me encanta ser el centro de vuestra atención.

Los niños y niñas, se sintieron muy incómodos, aquella energía de Leo, les estaba haciendo sentir una emoción que jamás antes conocieron.
Así, una niña más atrevida, intervino con cierta osadía:

- Leo, te das cuenta de que nos estás asustando…?

El real caballero, enternecido por la mirada de la niña, quiso aclararlo:

- Esta circunstancia y este porte que muestro, es la forma de trasladaros, aquello que fui y que tuve que dejar morir. Siento haberos asustado, mi intención era enseñaros – aclaró sincero.

La niña, que parecía conocer muy bien esa energía, continuó preguntando:

- ¿Por qué te gusta tanto ser el centro de atención…? Crees que vales más que cualesquiera de los demás…? – le interrogó.
- Eso era lo que creía mucho antes de comenzar a ser consciente de mí Ser. Me sentía alguien muy grande, alguien importante, alguien al que todos debían reverenciarle y por ello, me encumbre. Era de tan alto grado mi vanidad que permanecí iluminado por siempre estar, en un lugar de poder, en el que poder dominar.
- ¿Dominar…? – se escuchó a una voz exclamar - ¿Qué es dominar…? ¿Qué significa…? – preguntó la preciosa niña, en la cual él tenía clavados siempre sus ojos.
- Dominar no es más que imponer tu voluntad. Dominar es no saber respetar el Ser de los demás. Es creer que lo que tú eres, es mucho más. Dominar es una horrible fuerza que te aleja de lo que es Amar.
- ¿Y eso te satisfacía…?
- Por supuesto, pues entonces no tenía ni idea del daño que hacía. Para no perder jamás el poder, les hacía a todos creer que dependían de mí. Era tanta mi desfachatez, que provocaba una y otra vez, las más estúpidas necesidades. Y encima como era muy exigente, cuando la vida o el entorno no respondían a mi voluntad, algo muy poderoso dentro de mí ardía. Era de tal calibre ese fuego redentor, que sólo le permitía que transformara esa actitud, cuando era la propia vida, la que de forma trágica me comunicaba que era el momento de ceder todo ese poder, para poder avanzar y después, crecer. Y si yo crecía, todos a mí alrededor, también lo harían.
- ¿Es que no querías crecer..? quiero decir, crecer por dentro…? ¿Por qué te resistías…?
- Como creía que era el Rey, sentía que yo no tenía nada que hacer, sino que los demás lo harían por mí, que para eso yo les permitía vivir en mi reino.
- ¿Eso es la vanidad…? – se inquietó grandemente la niña, asustada por ese sentimiento tan carente de empatía y de humildad.
- Si, es eso y mucho más, es creerse por encima de los demás, es no saber valorar al otro y extralimitarte al valorarte a ti mismo. Eso yo lo hacía mucho, pero quiero advertiros algo… un buen día, cambió todo… os interesa escucharlo…? – el apuesto caballero, aprovechó para poner intriga a su relato.

Los niños y niñas estaban algo contrariados, ellos nunca habían siquiera imaginado que una personalidad pudiera exhibir tal grado de arrogancia. Pues ellos conocían el poder en sí mismos y también en el prójimo.
Y Leo continuó con la narración:

- A su imagen y semejanza, tal y cómo el astro Sol hacía, siendo él mi único referente, yo le imitaba, pero lo hacía tan mal, que en lugar de iluminar me marchitaba. La vida me obligaba a buscar mi poder personal desde la sencillez y la humildad. La vida me exigía cada día superar todos mis deseos de dominar. Me hablaba cada día de cómo respetar el Ser de los demás, pero para reaccionar, necesité que la vida me arrebatara todo mi poder.
Sucedió lo que tenía que suceder. Poco a poco, los demás iban avanzando, aquellos que un día me veneraron, ahora me miraban con una tremenda compasión. Sabían que yo en lugar de crecer, no hacía más que retroceder, por mi orgullo y mi obsesión por sostener esa terrible forma de poder.
Muy enfadado con Todo, me refugié en mi reino, ese real y gran castillo, que yo mismo edifiqué. El castillo, antaño había sido un lugar de refugio para muchos transeúntes, también lo usaron, quienes un día quisieron imitar mi doctorado. Tenía inacabables estancias, en las que mis invitados podían deleitarse a voluntad, siempre y cuando mostraran pleitesía. La servidumbre y los centinelas, allí apostillados, eran mis mayores garantías de que todo estaba controlado. Numerosas mujeres y hombres, me habían envidiado, otros me habían deseado y muchos me habían sobornado. El castillo estaba preparado para todo tipo de honores y coros, siempre y cuando nadie osara bajarme de mi trono.
- ¿Cómo podías mantener todo ese poder, no te agotabas…? – cuestionó la niña, muy intrigada por esa forma de ser.
- Es muy difícil de comprender, pero te explicaré que se trata de una fuerza que te otorga una gran voluntad de Ser, el problema es, cuando esa fuerza no la ponemos en el lugar adecuado. Tengo que haceros saber, que en realidad, ese no es mi verdadero Ser.
- ¿Qué te ocurrió…? ¿Qué fue aquello tan grave, que te hizo mover…? – inquirió la niña de siempre.
- Un buen día, sentí que mi Ser marchitaba y que yo no hacía nada por él. Sentí que algo me quemaba, que algo me advertía que si no hacía nada, todo se moriría. Entonces no creí a aquella poderosa voz que me advertía. Sentí que no existía nada que tuviera más poder que yo mismo. Y en aquellos sentimientos, la vi cruzarse ante mí.
- ¿Quién era ella…? Preguntó la graciosa niña sonriendo
- Era una belleza, con tu misma mirada – le guiñó un ojo Leo.

La niña, se sonrojó, pues sabía muy bien a qué sentimientos obedecía aquel inoportuno rubor. Leo, la tranquilizó con el reflejo de su mirada y siguió:

- Me asusté, jamás antes mi Corazón había sentido tal sentimiento, no era aquel fuego para mí conocido. Ella siquiera advirtió mi presencia, por vez primera, alguien me ignoró. Acudí rápido ante un espejo y cuando allí me vi, creí morir. Estaba ajado y apesadumbrado, mi astro Sol era el menos iluminado y mi añeja melena de poder, no eran más que harapientas greñas. Corrí aterrorizado, busqué mi castillo, sin encontrarlo. Revolví por todos los rincones y lo único que hallé fue montañas de arena a mis pies. El castillo se había desplomado. Ni servidumbre, ni centinelas ni nadie a mi lado. Ni yo mismo podía jamás imaginarlo. Agaché la cabeza y sin rumbo caminé.
Casi por vez primera, me movía y eso era en el fondo una gran valentía, pues mi única voluntad era alcanzar un solitario lugar en el que morir.
- Qué bien!!! Por fin te decidiste a hacerlo!!! – exclamaron los niños y niñas muy contentos, por el esfuerzo de Leo.
- Arrastrándome, sólo y sin más tesoro que yo mismo y mi voluntad de Ser, llegué a un mágico lugar en el que fallecer. La arena de mi antiguo reino, lo cubría todo, formando espectaculares dunas doradas bajo el cielo oscuro, sin sol y sin más luz que la que en mi interior podría encontrar. Medio muerto, agonizando, sentí las olas del mar, como iban borrando las huellas de mi pasado. Caí en un largo sueño, estaba agotado y por vez primera sentí la debilidad en mí. En esa larga y trágica noche, pude percibir, aquello que a mi Alma noble, le impedí vivir.
Fue un sueño muy especial, tan especial, que casi no quería despertar, por no confiar en que podría llevar ese estado a la realidad.
- ¿Qué fue eso tan interesante que soñaste..? – le interrogaron, intrigados.
- Un gran mar dorado, se extendía a mí alrededor, yo me encontraba sentado, sobre las dunas de la arena, sólo conmigo y mi Sol. No podía ver mi aspecto, pero si sentir mi interior, y sintiéndome por dentro, tuve claro que ahí estaba el León. Sentado sobre mi trasero y conectado con ese interior, le permití al Sol decirme, todo aquello que tenía que transmitirme. Sus párpados, encharcados por lágrimas de osadía, me quisieron mostrar algo.
Fue entonces cuando sentí que tenía compañía, ante mí, había una preciosa niña, me miraba profundamente a los ojos, encandilada, y no me tenía miedo. El instinto apareció de nuevo, mostré mi noble porte, alzando la melena al viento. La niña, ante ese majestuoso gesto, rió simpática, parecía que le había hecho mucha gracia. Ella a su manera, me imitó. La observé extrañado, ¿qué narices hacía aquella renacuaja, que en nada a mí se parecía…? Seguí allí sentado, mirándola, pues cada poco ella estaba más cerca. Me revolví en sueños. ¿Y si su intención era destronarme…? – me pregunté asustado por primera vez -.
- ¿Y por qué en lugar de sentir que quería destronarte, no sentiste que lo que deseaba era conocerte…? – le dijo la niña de siempre.
- No estaba acostumbrado a que alguien me mirara de frente a los ojos. Tampoco que imitara mi porte, sin más intención que la de conocerme. Nunca antes, nadie me había retado, accediendo a mi reino, sino no era con la intención de aprovecharse del poder que yo podría brindarles.
De repente la niña, comenzó a correr dando vueltas a mí alrededor. Sentí que se había vuelto loca, ¿a qué venía aquel juego…? Ella me miraba y se reía, haciéndome sentir sus ganas de vivir. Me parecía una tontería ponerme a juguetear con la niña. Eso me haría sentir pequeño y tonto. Todo un Rey tenía que ser alguien muy serio. Aún así la niña insistía.
- ¿Lo conseguiste…? ¿Jugaste con ella…?
- La simpatía, el coraje y la forma tan clara de brindarse, consiguieron que me levantara de la cúspide de la duna y bajara a ras de suelo. Jamás me arrepentiré de aquello. Fue el más feliz y mágico de todos mis sueños. Me enzarcé en un alegre juego, que me permitió desinhibirme de toda mi rigidez y exigencia. Una vez alcanzado el nivel del mar, ambos, ella y yo sentados en la orilla, pudimos conocernos más. La niña consiguió que mi interior tuviera otra visión, no sólo la superlativa, sino una nueva perspectiva que me permitiría caminar en mi propio reino todos los días, sin necesidad de sentirme el rey. Me había dado cuenta de que ella también se sabía reina y en cambio no por ello, mermaba el reino del otro. Fui consciente de mis inseguridades interiores, de todos y cada uno de mis temores, de que usaba ese poder, porque no me atrevía a mirar dentro y llegar a conocer ese Corazón dulce, sencillo y tierno que creía que en lugar de darme mi verdadero poder, me debilitaba – concluyó.

Los niños y niñas sonrieron más alegres y contentos que nunca, pues ese reino era el primero que sus padres les mostraban, cuando de pequeños comenzaban a caminar a gatas. Una de las premisas de la humanidad era, conocer su propio poder personal y entregarlo para el bien de toda la comunidad.
Y así se lo hicieron saber a Leo.

- Cuando del sueño desperté, lo primero que recordé fueron los ojos de la niña, ella me había hecho saber que su nombre era Acuario y que siempre a mi vera estaría, pues juntos colmábamos los grandes corazones de dulces y mágicos abrazos, pues la luz de nuestro Sol brillaba con tanta intensidad que nadie jamás la podría olvidar y así a su manera imitar, hasta poder esa luz alcanzar y conseguir por uno mismo iluminar. Sólo a través de ser conscientes de nuestra propia individualidad.

Leo, miró a la niña que tantas preguntas le había hecho, y todos advirtieron la complicidad de sus corazones, estaban seguros que cuando se conocieron, el Sol se iluminó de preciosas luces de colores. Todos sabían la relación tan profunda que Leo y Acuario tenían.

(pausa)
Después de su gran transformación, de haber muerto por una buena razón, los niños y niñas quisieron regalarle algo muy especial…
De repente, una increíble joven de extraordinaria belleza, de delicada piel y risueño semblante, apareció ante sus ojos. Tan pronto Leo la miró, supo reconocer quien era. La chica, lentamente y con una especial vasija, que contenía su propia esencia, le sirvió una taza algo colmada. Su porte era tan especial, que Leo no pudo evitar, derramar algunas lágrimas. En silencio, todos a un tiempo bebieron del néctar que les sirvieron. La niña de siempre dijo:

- Su nombre es Hetram, es el Corazón de la Nueva Tierra, y este lugar, es su hogar. Acuario fue quien la ayudó a llegar, por eso brillan así nuestros ojos. Sólo se puede acceder a él, cuando el Ser reconoce y exhibe su verdadero Poder, nunca antes. Con su presencia quiere darte las gracias, por habernos ayudado a todos a alcanzar la esencia.

Leo quedó anonadado, jamás hubiera imaginado que tanto trabajo, había tenido su recompensa. Al ser consciente de sí mismo, había ayudado a la humanidad a que nunca más, se dejase por el poder, manipular.
Por eso pudo comprender que el verdadero poder sólo se alcanza con amor.
Agradecido por la preciosa jornada en la que había compartido con el grupo sus esperanzas, no vaciló en volcar todo su gran corazón en la totalidad de la humanidad. Esa era su función y esa su Sabiduría…
La luz del Señor vibró. Fue tanta su vibración, que todo en el Universo se alegró por la maduración que Leo consiguió hacer a través del Verdadero Corazón.
Por eso, ahora puedo decir:
- Sé quién Soy y sé quién eres. Me responsabilizo de ello. Conozco la Causa-Efecto de Todo. Siento la Unidad con Todo lo creado pues conozco la individualidad, es entonces cuando Todo se eleva a la vez.

(pausa)

El simpático bornis que nos acompaña, se levanta, indicándonos que es hora de regresar a casa. Juntos, en silencio pero con el corazón más alegre que nunca, salimos de la gruta. Nos despedimos de la bella Hetram, quien con una sonrisa, nos invita a regresar siempre que lo deseemos, pues es esa su voluntad, compartir con todos la esencia de la nueva humanidad.
Al dejar la gruta, nos encontramos con otros tantos bornis, que han acudido a recoger a los niños. Se suben a sus lomos y se despiden de nosotros.
Nos quedamos sintiendo el manto de flores a nuestros pies… mientras observamos como todos se alejan… las mágicas mariposas aletean a nuestro alrededor, transmitiéndonos el poder del corazón…
Observamos los destellos del astro Sol, iluminarnos, se siente más radiante que jamás antes, pues ahora entre todos, cada uno de nosotros, colaboramos en iluminar el cosmos…
Lo último que apreciamos son los colores y los dibujos del cielo, que el astro nos regala… así como lo hace la Naturaleza, de arte se completa siempre, toda morada…
Es tan intenso nuestro poder personal, que al ritmo de su música, conseguimos una preciosa danza, bailar…
Y sumergidos en la música y en el baile de nuestro corazón, nos llenamos de todo ese Amor…

(pausa)

Y poco a poco, sentimos como regresamos…
El vórtice de luz aparece de nuevo ante nosotros…
Sentimos su mágica atracción y nos sumergimos en su interior…
Entramos de nuevo en el más profundo silencio y poco a poco, de vuelta a nuestro Corazón Sagrado, sentimos como la burbuja de conciencia, se eleva y nos conecta con nuestro cuerpo de nuevo…
Sentimos las extremidades, el tronco y la cabeza y lentamente podemos ir abriendo los ojos…
Feliz Luna Llena a Todos…